jueves, 22 de diciembre de 2011

El regalo de mi Salvador






Por Rodolfo Antonio Acevedo
22 diciembre 2011











Mientras observo a mis hijos, Brendita, Rodolfo, Charles y Cristóbal,  representar el nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a los pies de los collados eternos de Puente Alto vienen a mi mente los recuerdos emocionados de mi propia niñez, y las navidades vividas junto a mis padres y hermanos en San Antonio mi ciudad natal a orillas del Océano Pacífico, ciudad portuaria de gente sencilla, que se ilumina cada año con el espíritu de Navidad y se engalana de guirnaldas y luces por doquier.


Recordé a mi tío Rogelio quien cada año de nuestra niñez recorrió kilómetros por entre cerros y quebradas con dos árboles a cuesta uno para su familia y otro para nosotros, este gesto de él fue parte de nuestra tradición familiar, mostrándonos así su amor por nosotros en el verdadero espíritu de Navidad sin esperar recompensa, su verdadera recompensa y satisfacción era ver nuestro rostros felices.

Recordé los esfuerzos de nuestros padres por cuidar nuestra inocencia infantil llevándonos a la cama temprano, porque el viejito pascual llegaba a medianoche y debíamos estar dormidos para así al despertar encontrar los juguetes a los pies del árbol que nuestro tío nos había traído desde la quebrada grande.

¡Cuántas hermosas noches de sueños infantiles nos regalaron nuestros padres en Navidad!

Pero, había un padre en los cielos a quien aún no conocíamos y que nos deparaba un regalo, regalo que jamás habíamos soñado.

En el invierno de 1968 y siendo ya un adolescente, un día mientras escuchábamos música en casa de mis primos, Gabriel, Miguel y Enrique, dos jóvenes extranjeros llegaron a golpear la puerta, era este un día lluvioso de junio, y con el ruido de la música solo alcancé a escuchar la voz de mi primo Gabriel que decía: “No gracias, aquí somos católicos”, tras lo cual volvió a cerrar la puerta.



Sin embargo al escuchar estas palabras e impulsado por algo incomprensible me paré de donde estaba y encaminé mis pasos hacia la puerta, la abrí y a la distancia pude ver a estos dos jóvenes extranjeros quienes ya habían caminado como media cuadra, los vi muy altos, de impermeables negros y caminando como “dos árboles plateados contra la tormenta”. Cuando regresé a mi propio hogar, lo primero que escuché decir a mi madre fue que dos norteamericanos habían pasado y que deseaban conversar con nuestro padre y que volverían cuando él estuviera en casa. No cabía duda de que ellos eran los mismos que habían pasado horas antes por la casa de mis primos.

Cuando nuestro padre llegó de su trabajo, ni madre le comentó de la visita que habíamos recibido y tras conversar concluimos que “no estaba de más aprender algo nuevo”, así que cuando regresaron estos jóvenes extranjeros nos encontraron con la disposición de escucharles.

Élder Robert Schallock y Élder Steve Cherry.

Ya sentados en nuestro living y mientras desplegaban una tabla de franela nos fuimos enterando de quienes eran, misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o mormones, nombres estos que jamás habíamos escuchado antes.

Estos jóvenes eran portadores de un verdadero regalo de fe para nosotros, esto es la restauración del evangelio de nuestro Señor Jesucristo en la tierra a través de un joven llamado José Smith, de quien tampoco nada sabíamos.

El día del bautismo de mi madre, de mi hermana
Melba y mío en el mes de agosto de 1968 en las
Rocas de Santo Domingo, junto a nosotros está
mi primo Miguel Guerra (detrás de mi papá con lentes).

La Navidad de 1968 encontró a nuestra familia convertida a la fe mormona, y aun cuando no dejé de manifestar mi temor a los misioneros sobre la reacción que pudiera tener el resto de la familia y mis propios compañeros en la escuela secundaria, ante mi conversión, serían las  palabras del propio Salvador en la boca del Élder Robert Schallock las que me reconfortarían:

“La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. (Juan 14: 27)

Feliz Navidad 2011

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